El tren aminoraba su marcha, las vías se
estrechaban cada vez más, para terminar en un gélido anden. Sonrió, por un
momento, pero se contuvo al ver el semblante serio de su padre, y los ojos de
su madre, siempre chispeantes y llenos de vida, hoy nublados como el día.
Su padre se equivocaba, pero aunque
se equivocaba, tenía razón.
Se equivocaba al decir que ella no podría
imaginar el dolor que sintió su madre cuando supo que estaba todo el día en el
hospital, suponiéndola enferma. Tan gravemente enferma, como para abandonar sus
estudios en la universidad. Tan fatalmente enferma que no había sabido como
contárselo a ellos, sus padres.
Y tenía razón, al tacharla de inconsciente,
de egoísta, de irresponsable y de todos los demás adjetivos que su desahogo
hacía brotar desde el fondo du su corazón.
Seguían en el andén, clavados en
el frío granito, helado en aquella mañana de diciembre. La maleta a su lado, y
su madre enfrente, con sus preciosos ojos claros navegando en un mar que
luchaba por salir. Ahora la pregunta que le martilleaba en su mente no era ya
la de ¿Cómo se lo voy a contar?, sino ¿Cómo he podido no habérselo contado?
Y mientras, en el aire flotaba el eco de
las últimas palabras de su padre:
- Tu madre y yo pensando que te
morías y tú haciendo el payaso en el hospital…
Otra vez se equivocaba, hacía el
payaso, si, pero no era solo eso.
Hacía algo maravilloso, hacía
reír a unos niños que necesitaban esas risas tanto como los raros compuestos
que viajaban por sus venas.
El día que acompañó a su medio
novio, a la planta infantil, y vio tanta alegría en niños que a su modo de ver
no tenían nada de lo que alegrarse, recibió la clase más magistral de las que
nunca recibiría en las aulas universitarias. Y se hizo asidua, hasta que sin
darse cuenta pasaba cada vez más horas allí.
Asun® 2 de diciembre de 2012
Asun, que bonito relato y a la vez que tristeza. Es tan bello lo que hacía esta chica y tu lo has descrito de tal manera que me he emocionado al leerlo.
ResponderEliminarGracias Asun, un besote enoooorme de corazón y con todo el cariño que te mereces.
Mi querida Ariel, puede parecer triste, pero no lo es, ella había descubierto la manera de hacer un poquito mas llevadero esas estancias en los hospitales. Pero no se lo había contado a sus padres y se produjo el malentendido.
EliminarUna vez mas quiero hacer incapié en estas realidades, pero son cosas que forman parte de nuestras vidas.
Besos.
Marta, he estado fuera y vine ayer, por eso no he podido participar en tu proyecto de relatos sobre esas fotografías. Espero poder hacerlo en cualquier momento.
ResponderEliminarY respecto a este relato, se me ocurrió viendo un vídeo de Macaco con una fundación de Barcelona y unos niños enfermos de cáncer (San JOan de Deu).
Besos
Precioso relato que nos hace reflexionar.
ResponderEliminarBesos
Gracias, la verdad que es una actitud para aplaudir y reflexionar. Una sonrisa en algunos momentos es vital.
EliminarBesos.
Te felicito por este estupendo relato y por tu blog.
ResponderEliminarUn saludo y mucho éxito.
Oliver
Gracias Oliver, con este blog he cumplido un sueño. El de escribir y que gente que puede vivir muy lejos de mi y que posiblemente nunca conozca en persona, pueda leerme.
EliminarY si me dejan un comentario como el tuyo ya es el colmo de la alegría.
Besos
El otro día en el taller comentábamos cómo a veces creemos que hemos inventado algo y luego vemos que no es así, que todo está ya inventado jajajaaja esto es una prueba de ello. O eso o de alguna manera nos mueve o nos conmueve las mismas cosas. Me encanta tu relato!! Muchos besitosss. Ahora voy a verte en tt.
ResponderEliminarA mi me pasa muy a menudo. A veces me sorprendo leyendo algún libro de autores de fama, que se parecen a algún relato mío. Pero aunque escribamos sobre los mismos temas, la manera y la forma son siempre distintas.
ResponderEliminarUn beso mi querida Delma.