Esta vecina
mía es increíble. No sabe lo mucho que tengo que agradecerle las tardes que
compartimos, lo disfraza de manera que parece que es ella la que me necesita,
pero las dos sabemos que sin su manera de ser, yo estaría hundida aún, en la
noche sin fin de la partida de mi marido.
Me hace sentir
como una niña, o como la adolescente a punto de cumplir los 18, con toda la juventud
e ilusión por delante. Con la certeza de que lo mejor está por llegar.
Esta mañana me
he cruzado con ella en la escalera y entre resoplido y resoplido, le he hecho
notar lo bien que la encontraba. Ella con sus palabras siempre acertadas me ha
resumido su filosofía de vida.
– Mira niña, cada día para mí es
ya un día regalado. Pero es verdad que hoy estoy muy bien. ¿Y sabes por qué?
Porque no dejan de pasarme cosas buenas.
– ¿Si? Qué suerte tiene usted.
– La misma que tú, tienes que admitir que has mejorado
mucho, estás más tranquila. La vida a ti, como a mí, nos está sonriendo. Y el
cuerpo como el corazón, se alimenta de las cosas buenas que nos ocurren.
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