La mañana estaba tan fría como era de esperar en noviembre y en
Burgos. No sabía cómo se había dejado convencer, pero allí estaba y si se trata
de correr, correría.
Un pequeño guijarro le hizo torcer la
pisada, y perder el equilibrio. Agradeció llevar los guantes de piel, que
además de protegerle del viento helador, impidió que sus manos quedaran
marcadas por las finas agujillas que formaban el hielo de la escarcha. No llegó a
posar la rodilla en el duro suelo, pero notó como el resto de corredores le
adelantaban con demasiado ímpetu.
Finos
copos de nieve comenzaban a caer lentamente.
No
dejaban de adelantarle corredores, pero estaban muy lejos de ser los que hacía
apenas unos minutos tomaron la salida con él. Sin duda eran figurantes, contratados quizá por la
propia organización, para darle mayor vistosidad a la carrera. Demasiado
realistas, iban prácticamente desnudos, apenas cubiertos por una piel, de… ¿oso?
Ahora nevaba generosamente, tanto que tenía problemas para ver a unos metros de
distancia.
Los extraños corredores no dejaban de
adelantarle. Uno de ellos corría ahora en paralelo a él. Iba a comentarle que
quizá sería mejor olvidarse de la carrera a la vista de lo fea que se estaba
poniendo la mañana.
Pero enmudeció ante la prominente frente achatada que lucía. Su cara estaba cubierta casi en la totalidad de pelo, y sus ojos hundidos bajo unos lóbulos frontales desmesurados parecían mirar mucho más allá, enfocaban algún punto detrás de ellos. Tuvo la sensación de que aquel ser sacado de la prehistoria, no corría ninguna carrera de cross.
Entonces
notó que el suelo retumbaba extrañamente. Y se volvió.
Quedó paralizado, mientras su extraño
compañero de camino, tiraba de él, justo en el momento en que el mamut les
alcanzaba.
Asun® 22 de noviembre 2013
Imagen tomada de la red
Imagen tomada de la red