— ¿A que no ves un gato?
Claro que sí, pensé yo, justo
delante de mí. Si te miro a ti estoy viendo un gato. Porque gatos somos los
madrileños, así se nos conoce.
Pero me daba a mí en la nariz,
por cierto, también de gata, que no era esa la respuesta acertada.
Eché un vistazo general a mi
alrededor desde la planta 7ª de un edificio situado en los primeros números de
la calle Alcalá.
A la derecha la plaza de nuestra
diosa, Cibeles, Palacio de Comunicaciones (para mí siempre Correos, me resisto
a llamarlo Ayuntamiento) y al otro lado el Palacio de Linares (agudizo el oído,
quizá Raimunda me quiera decir algo). Y por fin la plaza de la Independencia,
con esa puerta de 5 arcos, que me devuelve la mirada en un guiño de sol
invernal.
A la izquierda abriéndose paso
entre tráfico y alguna callejuela estrecha, el reloj de la Puerta del Sol,
descansando de su protagonismo indiscutible en la última y primera noches de
cada año.
Pero desde esta altura ¿cómo
distinguir un gato?
En medio de mi concentración,
miro de reojo a mi amigo. Sonríe, y le conozco demasiado bien esa sonrisa. Está
disfrutando de lo lindo. Y nada, yo no veo el gato.
Entorno los ojos para enfocar
más, si cabe, y noto un roce en la nuca y un susurro fantasmal en mi oído:
—Miau, miau…
—Ayyyyy
Grito sin poderme controlar, y
doy un respingo de puro miedo.
— ¿Tu eres tonto verdad?
Pero al darme la vuelta para
darle un manotazo, bien merecido por el susto, mis ojos hacen un barrido rápido
por los tejados colindantes y:
— ¡El gato!
Reímos los dos. Si el paraíso
existe, esta azotea de Madrid debe ser un reflejo de él. Nos abrazamos, y en mi
pensamiento hago mío ese dicho “de Madrid, al cielo”. Porque en el
cielo creo estar mientras nos contempla ese travieso gato, que me pregunto
¿cómo habrá llegado hasta allí?
Creación de dEmo, de 58 cm se encuentra en la cornisa del
antiguo edificio de Banco mercantil e Industrial, hoy Consejería de Educación
de la Comunidad de Madrid.
Asun©26 de enero de 2014