Había nacido una noche de luna llena. Su madre fascinada como
estaba por ese blanco farolillo celeste, siguió su poderoso influjo y le vino a
llamar Luno. Desde ese día le leyó todas las noches cuántos libros y
publicaciones caían en sus manos que tuvieran que ver con ese satélite.
El día 22 de julio de
1969 Luno cumplía 8 años, como regalo acompañó a su padre a la capital con
motivo de una feria ganadera en la que las ovejas de su comarca estaban representadas
y ninguna como las suyas ofrecían tan rico pelaje lanudo.
Luno observaba el bullicio de granjeros y bestias.
Desentonando entre todos ellos, unos señores trajeados con
grandes aparatos al hombro, se anunciaron como periodistas del NODO.
Pensando que el
chaval, como buen paleto ignorante, haría las delicias del público televisivo con
su angelical “gañanería” un reportero le acercó al morro algo parecido a una
alcachofa de buen tamaño, preguntándole si sabía que ciertos astronautas
americanos habían llegado a la luna.
—Naturalmente— respondió Luno con total seguridad—El Apolo 11, impulsado por el cohete Saturno V, alunizó ayer en
el mar de la Tranquilidad, su comandante Neil Armstrong fue el primero en pisar su superficie.