La vergüenza que nos ganamos aquella
noche, en cambio nos acompañaría para siempre. Aquella broma infantil, que
pretendía ser insuperablemente divertida, fue todo lo contrario. Abrimos la
caja de los truenos, y salió nuestra Pandora particular.
Con el único fin de sorprender a nuestro
amigo con un susto, en un juego inocente, le citamos a deshora en el cobertizo.
Pero ninguno podíamos suponer lo que se ocultaba
allí. Descubrirlo hizo que su inocencia se perdiera para siempre, y que cayera
en ese pozo del que nunca consiguió salir.
Asun© 19 de
marzo de 2014