María y el muchacho.
María estaba acostumbrada a que todos la miraran a su paso. Desde que podía recordar y probablemente, mucho antes, llamaba la atención. Su tez clara, sus ojos vivos y chispeantes, de un verde esmeralda, a veces luminoso, a veces más turbulento. Su pelo que invitaba a ser acariciado para comprobar si realmente era tan suave, y que al tocarlo había que admitir que era más sedoso de lo imaginado. Y así con cada miembro de su cuerpo.
Por eso estaba muy confundida con aquel muchacho, aparentemente de su edad, que coincidía con ella en el andén del metro, todos los días desde hacía un mes. Siempre que ella se acercaba él sonreía y si estaba de espaladas se volvía, como si la presintiera. Pero luego, no volvía a prestarle más atención, ni una mirada.
Allí estaba, unos pasos por delante de ella. Como siempre se dio la vuelta y le sonrió, para luego seguir con su lectura. Y María no aguantaba ni un minuto más su falta de interés.
Entonces ella se puso delante de él, que desconcertado, detuvo el gesto de su dedo pasando por los caracteres braille del libro, y estaba enrojeciendo, seguro de tener a María delante, aunque no pudiera verla.
A su vez ella acababa de comprender el motivo de ser ignorada, y entendió emocionada, que si aquel muchacho la buscaba y sonreía no era precisamente por lo llamativo de su belleza.
Asun 23 de febrero de 2012
Amiga Asun, bonita historia con moraleja; la belleza interior se trasmite no por la vista,
ResponderEliminarcomo la belleza externa ,sino por detalles que
el alma capta.
Besos
Jose María, como siempre el primero. Y con mucha razón, no hay que quedarse en la belleza de unos bonitos rasgos, que luego puede ser que el carácter no acompañe.
EliminarBuenas noches, voy a hacer la cena.
Besos.
Que lindo relato!! y con moraleja: cuando solo el corazón ve.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado, esa es mi mayor recompensa, aparte de loque disfruto escribiendo.
EliminarBesos.
Sin duda ese muchacho apreciara y confirmaría mucho mejor la belleza con el tacto, como la lectura Braille, y con el oído, porque la vista a veces engaña pues hay bellezas superficiales.
ResponderEliminarUn abrazo
Si, eso de que la primera impresión es lo que cuenta, muchas veces conduce a equivocaciones vitales.
EliminarBesos.
Menudo el ego femenino, y Maria buscando una versión adecuada que hiriera menos su autoestima y demostrará que cualquiera podía desearla. Espero que él realmente viera, notara, presintiera una belleza que iba más allá de un simple físico.
ResponderEliminarLa verdad es que sí, pero claro eso les pasa a las guapas, se acostumbran a que todo el mundo vaya detras, desde que aparecen en cualquier sitio.
EliminarPero esta María de mi relato, además era buena por dentro también.
Besos.
Hola, Asun. Gracias por tus comentarios en los montes.
ResponderEliminarTu relato se lee con interés, atrapas al principio pues todo el mundo (yo) quiere saber que le ocurre a esa belleza. Luego averiguamos lo que pasa. Lo no dicho en tu relato es ese sentir la presencia de ella por su olor y su sonido.
Se me olvidaba. El relato La tejedora no existe con ese nombre. Es verdad que al escribir el "Certamen" pensé en un relato escrito, no publicado, que ando moviendo por los concursos para ver si me renta unos euritos, pero na.
ResponderEliminarXimens, que alegría tenerte por mi rincón.
EliminarTienes razón el sentido de la vista nos oculta, paradójicamente, otros sentidos. Este muchacho la presentía por su aroma, y por el sonido de las pisadas, que cada uno lo hacemos diferente, debido a nuestra forma de apoyar, etc...
Y respecto al relato y los concursos, he comprobado que hay todo un mundo alrededor de ellos. Llevo muy poco escribiendo, así de continúo, y soy un poco nueva en esos mundillos, pero me ha picado la curiosidad.
Seguro que participaré en alguno.
Y como tu dices pa ná.
Besos.
Hola Asun, una entrada genial, que atrapa en el primer párrafo. Me ha gustado mucho. Un beso amiga.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado tanto.
EliminarBesos para ti también.