El beso, 2ª parte.
Esperó aún unos minutos y cuando el pasillo estuvo en total silencio salió y se dirigió a su despacho. Le costaba digerir lo que había visto, y ante todo tenía que calmarse, pensarlo poco a poco y detenidamente valorar la importancia que iba a tener en la relación con sus amigas.
El teléfono sonó, sacándola de sus cavilaciones, pero era Rebeca, lo cual aumentó aún más su desasosiego.
Claro era la hora de desayunar. Contestó y simplemente por su tono Rebeca supo que algo le pasaba. Elena aprovechó entonces para fingir un dolor de cabeza demoledor, de los que realmente le sobrevenían más a menudo de lo que ella quisiera.
La mañana transcurrió entre llamadas e informes, y ese puntito de inquietud, que no dejaba de aparecer en la trastienda de su pensamiento, como telón permanente de fondo.
Había olvidado que era viernes, y que siempre quedaban para comer, como preámbulo del inicio del fin de semana. Por ello tenía varios mensajes en su móvil. Sus amigas preguntaban como iba su dolor de cabeza, y estaban seriamente preocupadas. Finalmente contestó diciendo que se adelantaran ellas y que en cuanto terminara de guardar el informe en el que estaba trabajando, se les uniría.
Así lo hizo. Sin saber como reaccionaria cuando estuviera frente a ellas, pero ya mucho más calmada.
Desde lejos, las observaba mientras se acercaba a la mesa que ocupaban, las veía felices en su conversación, y pasando la vista de una a otra, y a la luz de su nueva perspectiva, pensó que eran perfectas, perfectas para formar una pareja, eran jóvenes, guapas, inteligentes, y lo mas importante buenísimas personas, y recordó como siempre bromeaba con ellas diciendo que eran las “tres mosqueteras”, y su grito de guerra era el archiconocido: Uno para todos y todos para uno. Pero claro en versión femenina.
Y esperaba que fuera así para siempre.
Por fin estaba llegando a su lado, y se percataron de su presencia. Ambas le sonrieron con satisfacción.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué estáis tan contentas?
- ¿Contentas?, la que parece estar contenta eres tú, que traes una sonrisa de boba, cuidado que se te va a caer la baba. Sin duda se te ha pasado el dolor de cabeza.
Elena recordó que esa era la excusa dada anteriormente. Y sabía que efectivamente debía lucir una sonrisa “tonta”, pues había comprendido que nunca existiría ningún problema entre ella y sus amigas, porque hubiera surgido ese tipo de “relación”.
- ¿El dolor de cabeza?, Ha sido una falsa alarma, estoy estupendamente, mejor que bien.
- Ah!, ideal, porque tenemos una pequeña noticia que darte, una gran noticia, más bien. A ver como empiezo – Rebeca titubeó un momento, no sabía cómo enfocar aquello, aunque lo habían ensayado un poco, mientras esperaban a su amiga.
- Verás – continuó Ana- Resulta que nosotras, Rebeca y yo, esto…te queríamos decir…que estamos juntas, ¡ay!, juntas, ya sabes.
- Si ya sé, y no sé qué deciros, bueno sí, lo primero es que me lo contéis todo desde el principio, y que por favor ¡no vayáis a abandonarme!
Y las tres juntaron sus manos, como tantas veces, en el gesto de los personajes de Alejandro Dumas, y en lugar de gritar al unísono se miraban alternativamente, con una emoción nueva que lo envolvía todo.
Asun 21 de Febrero de 2012
Amiga Asun; no sé si debo deducir por la contestación a mi comentario de la primera parte que te molestó; si así fuera no lo entendería porque está claro que se trataba de una broma pero de cualquier forma no tengo el menor inconveniente en pedirte perdón y así lo hago.
ResponderEliminarMe parece bien que la historia terminara felizmente como debe ser.
Un beso
Jose Maria, nunca, nunca me enfadará lo que tu me digas. Entre otras cosas porque es muy difícil que yo me lleve mal con alguien (ya sabes aquello de que dos no discuten si uno no quiere). Y yo no quiero, ni hay motivo además.
ResponderEliminarAl contrario gracias por visitarme siempre, que eres el primero en venir a leerme.
Besos.