Ladridos a medio camino entre
fieros y desesperados me despertaron. Esta vez era una joven la que se acercaba
al refugio. Estaba asustada, evitaba mirarnos, pero cuando lo hizo se fijó en
Golden. Mal asunto. Su apariencia inocente ocultaba a un verdadero asesino.
Llegó molido a palos y estoy seguro de que mereció todos y cada uno, pero es
perro viejo y sabe embaucar. La muchacha pregunta y le señala. No puedo
permitirlo, me adelanto, doy muestras de afecto e interés. Consigo mi objetivo
y me lleva a mí a su casa. Por el camino me bautiza, Óliver.
Vega me presenta a su madre, ella es el
verdadero motivo de que yo esté allí. Soy su último cartucho. Debo hacerle
compañía y sacarla del mutismo en el que se hunde cada vez más. Gesto ausente,
pero semblante sereno. Me acerco, olfateo, rozo mi trufa húmeda en su rodilla y
cruzamos nuestras miradas. Posa su mano en mi lomo, como si siempre hubiera
estado junto a ella. Me dejo hacer mirando de reojo a su hija, que por primera
vez sonríe ilusionada. Yo sonrío también por Vega, siento que ella es la
verdadera rescatada. Por fin todos encajamos en el puzle.
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Asun©21 de enero de 2017
Imagen: Dalton
A pesar de los ladridos el tono es pausado, el relato ameno y con un final estupendo encanan todas las piezas. Abrazos
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