El puñetero ojo de la
cerradura era demasiado pequeño. No conseguí ver nada. Pero los ruidos
procedentes del cuarto eran suficientemente reveladores. Traqueteo de muelles, gemidos
y hasta algún gritito sofocado. Me fui
de casa no dando crédito. No podía ser. No, él no, jamás. Y menos el día de mi
cumpleaños.
Volví ya muy entrada
la noche, con mil mensajes y otras tantas llamadas ignoradas. Él me esperaba y
parecía preocupado de veras, entonces vi una caja que se movía, rodeada de un
gran lazo rosa. Dentro mi regalo, que jadeaba y daba grititos agudos.
— No sabes la pelea que tuvimos hasta que lo conseguí meter ahí.
Cuantas veces las sorpresas son un chasco, en esta ocasión ha sido al revés. Buen relato y felicidades a la protagonista.
ResponderEliminarNo hay que desconfiar así gratuitamente, todo tiene su explicación.
EliminarAbrazos
No seas mal pensadaaaaaaa.
ResponderEliminarFelicidades.
Esa protagonista es desconfiada por naturaleza, al parecer.
EliminarAsí somos muchos en la realidad también.
Besos.
Será que es tu cumple?. Felicidades
ResponderEliminarDe momento no es mi cumple, no, aunque queda poquito.
EliminarTambién espero que a nadie se le ocurra regalarme un perrito o cualquier otro ser vivo (animal), que no tengo ni casa propia.
besitos