Al abrir el contenedor, se dio cuenta de que estaba empezando a olvidar el nombre de las cosas. Miraba aquellos objetos sin poder nombrarlos. Esto le atormentaba sobremanera. Sin embargo recordó tranquilamente, para qué los había utilizado. Algo fino de afilado corte, que acarició, igual que cuando lo hundió en el corazón de ella. Un cabo de cuerda, fuerte y ancha, con la que le inmovilizó brazos y piernas. Un mechón de algo rubio. Una especie de fundas, de las cuales solo necesitó una para introducirla antes de tirarla al canal.
A media mañana, apesadumbrado volvió al sótano, repentinamente miró al contenedor y triunfal dijo casi gritando: Baúl, cuchillo, soga, pelo, bolsas.
Asun©2 de septiembre de 2015
Olvidos selectivos no se si son olvidos. Un cuento que deja inquietud. Saltibrincos
ResponderEliminarSeguro que llevas razón, cuando se empieza a perder memoria no tenemos control sobre lo que olvidamos.
EliminarUn abrazo grande Ester.
Queremos olvidar o quizás es el paso del tiempo el que desencadena ese cúmulo de cosas que lo hace ser de esa manera, Por cierto; ¿Como te llamas?.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Tigu, me he propuesto empezar esta vuelta del verano con muchos propósitos de escritura, a ver si soy constante y la tecnología me ayuda.
EliminarBesos