“Mucho me temo que vienen a rescatarme”
pensó el señor Paco. No le había servido de nada cambiar de sitio sus cartones
y escasas pertenencias. Aquella mocosa de mirada de ángel, manos suaves y patas
flacas como las de una cigüeña, le había vuelto a descubrir.
— Hola grandullón, te vamos a llevar a
un sitio muy guay, que hace un frío de narices.
— ¡Quita niña! No fastidies.

— ¿Pero qué haces?
— Venga tío ¿echamos unas cartas?
Tenemos toda la noche por delante.
Asun©30 de mayo de 2014
(imagen de la red)