





Mañana que es lunes
empiezo el camino a mi meta,
que el domingo no parece correcto
siendo festivo empezar una dieta.
No hay nada que más desee
que perder de vista esta barriga,
olvidarme de este trasero
y lucir como las escuálidas niñas
que están en el candelero.
Así seguiré una dieta sana
y los buenos consejos del médico,
ya tengo la nevera llena
de leche desnatada y zumos “cero”.
Pero cómo olvidarme de chocolates y cremas,
del buen cocido madrileño,
de las hermosas y asturianas fabes
o simplemente de las sencillas lentejas.
Y los chorizos y morcillas,
acompañados de unas tiras de panceta,
o un plato de jamón serrano
aunque no sea de pata negra,
con su queso manchego al lado
y regado por un vino de la tierra.
Sin olvidar mariscos y pescados,
una racioncita de gambas o
un noruego salmón ahumado.
Pero ¡ya basta! En que estoy pensando?
Sacaré fuerzas de flaqueza,
y pronto, muy pronto
tendré un tipazo,
o una monumental anemia.