— ¡Que ya no tienes 20 años!
Naturalmente que no, precisamente por eso.
Afortunadamente no los tengo porque ya los pasé. Pasé los 20 y los 30 y (por
desgracia) los 40.
Pero me alegro muchísimo de estar donde
estoy y como estoy, y tener la ocasión de disfrutar de este planeta magnífico
que se ofrece ante nosotros.
Porque yo vengo de otro mundo, si bien es
cierto que mi generación empezó a despertar y con ella nuestro país. Y así
porque empezamos a abrir los ojos, no fue sencillo para nosotras las mujeres.
Tuvimos que asomarnos a una realidad que antes terminaba en la puerta de
nuestras casas. Ese era el límite de nuestra existencia, una mujer “como Dios
manda” era la reina de su hogar.
Y resultó que llegamos nosotras, una
generación que ya no creía en princesas que se terminaban convirtiendo en
reinas/esclavas de su hogar.
Nosotras nos habíamos sentado en el
colegio, y luego en el instituto, y más tarde en la universidad, al lado de
nuestros hermanos y amigos, y queríamos después trabajar también a su lado, en
sus empresas y negocios.
Y renunciamos y abdicamos de antemano a
esa ideal/ficticia corona que se nos ofrecía.
Sin embargo, la mayoría de nosotras
vivimos una doble vida, cual trastorno bipolar.
Éramos
dos personas a la vez: las amantes, sumisas, entregadas, amorosas e incansables
esposas y madres en nuestro reino/hogar. Y fuera de él éramos las eficaces,
responsables, impecables y decididas trabajadoras.
Todo
ello aderezado con una bonita presencia y un elegante saber estar en ambos
casos.
De modo que no venga nadie a decirme “que
ya no tienes 20 años”, porque casi doy gracias a Dios por ello.
Creo que tengo la edad justa y apropiada
para empezar a hacer lo que me pide el cuerpo. No, no te asustes tanto, no voy
a dejar el trabajo, ni a abandonar mi reino/hogar, no me va a cambiar el
carácter, no voy a olvidar a nuestros hijos (que por otro lado ya son
mayorcitos), y seguiré visitando/controlando a nuestros padres (¡éstos sí que
son mayores!).

Y además no te puede parecer mal, ya que
lo proclaman hasta tus adorados clásicos latinos, lo dice Juvenal en sus
sátiras: “Mens sana in corpore sano”.
Asun©
16 de febrero de 2014