De nuevo tenía a caperucita delante de él,
en el metro, y como siempre envuelta en su abrigo rojo. Hacía calor, la
primavera estaba a la vuelta de la esquina, y ella tuvo que quitarse el abrigo,
lo que vino a hacerle pensar que ya no iba a parecer caperucita roja, si dejaba
de usarlo.
Habían pasado tres meses, hacía calor, y
de nuevo en el vestíbulo del metro estaba ella.
Corrió con todas sus fuerzas hasta llegar
a su lado. Caperucita sollozaba, tambaleándose. Casi sin detenerse le pasó un
brazo por los hombros y la consoló, para en seguida seguir su loca carrera.
Por fin le alcanzó, y sin reconocerse a sí
mismo, le arrebató el bolso. Le costó un fuerte forcejeo, el carterista tenía
manos duras como garras, y la destreza y fuerza de un lobo joven, pero él tenía
determinación y valor, como un leñador fuerte del bosque.
Cuando volvió junto a la muchacha, se lo
devolvió tiernamente, mientras ella alisaba nerviosa, su brillante vestido rojo.
Asun© 16 de abril de 2013
Bonito cuento, Asun. Y qué bien que tenga final feliz.
ResponderEliminarNo me extraña que ese "metro-pánico" te inspire. Tantas miles y miles de vidas cruzadas, cada día, tienen que ser una fuente infinita de historias. Vaya, en el fondo va a tener su encanto eso de ir en un tren bajo tierra.
Felices sueños. Un abrazo.
Esteban he publicado esta entrada pensando en ti, para que veas que es verdad que no solo escribo allí, sino que inspira muchos de mis relatos.
EliminarOtro amigo, que curiosamente también se llama Esteban, me dijo que debería hacer una especie de diario de a bordo, que incluyera todos mis cuentos que transcurren en él.
Un besote desde Madrid.
Muchísimas gracias, Asun. ¡Es un honor!
EliminarPues creo que es una buena idea la de mi tocayo. El metro, no sé, yo siempre lo he sentido como algo... exótico, no es del todo la palabra adecuada; es, que no creo que me acostumbrase nunca por mucho que lo utilizase. Tengo buenos recuerdos del metro de Madrid, salvo esta última vez, siempre lo utilizo cuando voy; fue el primero que conocí. Aquí lo tenemos desde hace pocos años, y lo uso poco. Pero nunca deja de sorprenderme el inmenso mosaico de seres humanos que viene a ser. Tienes una fuente de inspiración potente e inagotable.
Feliz domingo. Un beso.
Pobrecito lobo, me recuerda este poema:
ResponderEliminarEn el vagón del metro Esaú pide
unas monedas para el bocadillo,
exiliado de sí, pasa la gorra
mientras recuerda con atroz nostalgia
aquel tiempo perdido, lo bien
que a Jacob le salían las lentejas...
Abracitos.
Amando comprendo que el lobo inspire algo de compasión, pero no se puede ir por la vida dando tirones de los bolsos de las jovencitas, quizá esa joven también llevaba todo lo que tenía en ese bolso.
EliminarTu poema me ha dado también mucho que pensar.
Un abrazo.
Bonito relato que además gusta que acabe bien.
ResponderEliminarPequeñito y tierno.
Querida Asun, te envío muchísimos besos.
Gabriel mi querido amigo, te mando mis beso para toda la familia, feliz domingo.
EliminarQue suerte que hubiera un leñador al quite, porque mira que hay lobos en el metro, yo también soy madrileña.
ResponderEliminarYa conozco el camino de tu casa, volveré.
Un abrazo.
Lo mejor será que no nos tenga que salvar nadie, que no nos roben nunca el bolso, ni en el metro ni en la calle.
EliminarUn beso de madrileña a madrileña.
Un bonito cuento, Asun, cuidadp con el metro.... Un beso Asuncioncita.
ResponderEliminarQuerido Tigu, el metro es ese lugar donde pasamos media vida los madrileños.
EliminarEso que os perdéis los que gozáis de vistas tan bonitas como las de tu foto.
Te vas acercando a mi nombre de cuando era pequeña, aunque no era Asuncioncita exactamente.
Besos.
He vivido 35 años en Madrid y he conocido diversos lobos pero también lobas jajajaj
ResponderEliminarGracias por compartir mi niña
Besitos
Victoria, hay de todo, esa fauna urbana. Las lobas son peores me parece a mi.
EliminarGracias a ti por tu visita.
Besos
Me ha gustado tu relato... A pesar de los lobos que lo habitan, tiene un final feliz.
ResponderEliminarUn cálido abrazo
Gracias, así es la vida en ese mundo subterráneo, que es el metro.
EliminarUn abrazo.
El metro para muchos es nuestro bosque particular, paseamos mucho por sus pasillos.
ResponderEliminarFue una propuesta acerca de dar una versión actual de los cuentos clásicos.
Besos.
Me ha parecido muy original!
ResponderEliminarMe alegro Penny, te imagino ya en Madrid.
EliminarBesos
Hola Asun, hermoso cuento, y lo mejor de todo, con final feliz. Un beso.
ResponderEliminarGracias Lola, hay que actualizar los cuentos, aunque la esencia, es la misma.
EliminarBeso
No lo he leído, pero si lo tenía en mente, además porque mi hija es una enamorada de NY (no en vano es la de la foto de mi cabecera de blog)
ResponderEliminarSeguiré tu consejo, de Elvira Lindo no he leído mas que sus Manolitos. De su marido si he leído algo mas.
Besos
Asun. Como me gusta todo lo que publicas y tus maravillosas manos escriben, guiadas por una mente privilegiada que nos transportas a esos momentos que sólo tu sabes crear con tu maestría.
ResponderEliminarCuidate mucho. Muchos besos
Cuánto tiempo, mi dulce Ariel, eres como siempre una exagerada.
EliminarYa me gustaría tener ese talento, o al menos una pizquita.
Gracias por tu buen ánimo.
Besos