En esa casa no vive Mizuki Tanaka, dijo el joven
policía que me interrogaba ¿Cómo que no? Repliqué desesperada. De hecho,
explicó, no vive nadie, está abandonada. No puede ser, yo vivo allí con Mizuki,
pregunten a los vecinos. El agente aseguró que ya lo había hecho y nadie nos
conocía. Pero yo dejé a Mizuki perfectamente cuando me fui a trabajar. Imposible
usted actualmente no tiene ningún empleo. ¿Qué?
Las
paredes del cuarto de interrogatorios parecieron comprimirse hasta
aprisionarme. Vi mi reflejo en el espejo frontal. Grité. Estaba empapada de
sangre, sujetaba en mis manos la fotografía de aquel seductor japonés. Un alfiler atravesaba su corazón.
Asun©19 de mayo de 2016
Imagen tomada de la red.