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lunes, 20 de mayo de 2013

El día en que el cacao lo inundó todo. (Los cuentos del pan II)


     Ese día no había amanecido como todos, llovía sin descanso, como si se fuera urgente  vaciar el cielo, por peligro de inundación en el paraíso. Pero esto a Nieves no le hacía arrugar el gesto, ya que significaba que seguramente esa tarde, tendría la visita de Nerea en su panadería. Y últimamente las visitas de Nerea no se reducían a ella sola, ahora venía con algunos amiguitos de su cole. Desde que le contó el cuento de su propio nombre, lo había tenido que repetir en muchas ocasiones, al principio para la propia Nerea, y ahora se podía decir que contaba con un público de pequeños habituales.
     Esto le había hecho acondicionar un poquito mejor el rincón de su tienda que dedicaba a estas meriendas. Había comprado algunos tazones más, siguiendo el gusto de los pequeños,  observando cuál elegían siempre. Y también procuraba tener los bollitos que más elogios obtenían. Todo ello teniendo en cuenta que fueran lo más sanos posibles, hasta el punto de que en su mini horno de pastelería hacía siempre para la ocasión algún bizcocho, que rellenaba de chocolate, o que horneaba con frutas, para que las mamás no fueran a quejarse de nada.
     Y lo cierto es que estas pequeñas inversiones estaban recompensadas con creces, porque las mamás pagaban encantadas las meriendas de sus hijos, y porque ella había dado un nuevo sentido a su panadería. Principalmente porque disfrutar de la compañía de los niños era un regalo, sobre todo para ella que no había tenido hijos en su corto matrimonio. Y además había notado un incremento de clientes, ya que se había formado una cadena de propaganda “boca a boca” y ahora era mucho más conocida en el barrio y cada vez más, fuera de él.
     A las cinco y cuarto de la tarde, la tranquilidad se rompió como el cielo con los relámpagos y truenos de la tormenta. Un torbellino de paraguas, mochilas con ruedas, y atropellados empujones, hicieron su entrada en la panadería. Todos ellos, paraguas, mochilas, empujones y gritos pertenecían a cinco niños: Nerea y cuatro de sus inseparables amiguitos.
     Detrás con algunos minutos de retraso, cuatro mamás y un papi, que entran también entre paraguas y resoplidos. Con todos ellos la panadería está abarrotada. Apenas queda sitio para moverse, y hacerse entender es también complicado.

- Nieves, querida, perdona, no hemos podido hacer nada, los niños se han empeñado en venir. Y han echado a correr y aquí estamos.
- No pasa nada, ya sabéis que me encanta verlos. Y el día está malísimo, así que si queréis me los quedo un poco.

     Padres y madres la miraron con esa expresión entre alegría, apuro, y sobre todo admiración. Todos pensaban que quedarse con su retoño era ya un castigo, pero quedarse con el suyo y  los demás, eso ya la subía a categoría de santa o masoquista.
     Pero se los dejaron, y ella rápidamente en cuanto el grupo de progenitores desapareció, vio como los niños se calmaban y ordenadamente ocuparon sus sitios alrededor de la mesa del rincón. Incluso antes de sentarse, ayudaron a poner las tazas y elogiaron el bizcocho. Todo porque querían cuánto antes empezar a disfrutar de otra de sus historias. Historia que  mientras recogía el cacao derramado en la mesa, empezó a fraguar en su mente. Y cuando todos habían acabado su merienda, empezó su relato:

“Habían pasado cuatro años desde que nació Nieves, la niña de Juan y Manuela. Aunque  ya iba al colegio,  había llegado el verano y con él las vacaciones.
Esa mañana  estaba desayunando en la cocina, y su madre había guardado ya el bote del cacao. Pero a la niña le gustaba mucho, y siempre quería comérselo a cucharadas, aunque luego le daba la tos y casi se ahogaba.
Así que en cuanto su madre  salió un momento se subió a un taburete y cogió el bote, lo abrió y sin esperar a bajarse, quiso coger una cucharada, no fuera a ser que su madre volviese y la sorprendiera.
-¡Nieves!
Manuela acababa de entrar, y Nieves tenía la boca llena de cacao. Como era de esperar por el susto, empezó a toser, y a tambalearse en su taburete. Su madre entonces también se asustó y corrió hacia ella para sujetarla. Y en medio de todo ese barullo el bote de cacao salió  volando por los aires.
Voló el bote y voló el cacao. En un segundo toda la cocina estaba cubierta por una capa de color marrón.
Ellas no se dieron cuenta de nada hasta que Nieves se había bajado de su sillita y se encontraba segura de pie en el suelo. Pero entonces las dos miraron a su alrededor y se quedaron paralizadas, sus bocas abiertas. La boca de Manuela fue torciéndose a hacia abajo, cada vez más, hasta parecer completamente enfadada. La boca de Nieves fue torciéndose hacia arriba, en una inmensa sonrisa, estaba completamente entusiasmada, no era para menos, toda su cocina parecía un pastel con cobertura de chocolate en polvo…”

En este punto su auditorio infantil, encabezado por Nerea comenzó a aplaudir. La visualización en sus cabecitas de sus propias cocinas, las de sus casas, totalmente cubiertas de cacao en polvo, estaba claro que los hacía inmensamente felices.


La Lechera (De Melkmeid)-Johannes Vermeer, h. 1660-1661-Óleo sobre lienzo • Barroco
44,5 cm × 41 cm-Rijksmuseum, Ámsterdam,  Países Bajos






Asun©20 de mayo de 2013

18 comentarios:

  1. Amiga Asun, enternecedor y divertido.
    Gracias por lo de facebook y muchos besos

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    1. De nada Jose María, ya te lo expliqué he estado en mi segunda residencia, el hospital.
      Me alegro de que te haya gustado.
      Un beso enorme.

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  2. Voy a tirar el bote gigante de cacao en la cocina. Aunque ignoro si a mi mujer le parecerá divertido...
    Un abrazo

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    1. Bueno Amando, yo no te lo aconsejo, o al menos no me menciones cuando te estén echando la bronca...
      Gracias por tu divertido comentario.Un beso.

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  3. Respuestas
    1. Gracias Penny, ya sabes que ver tus comentarios ha sido todo un regalo para mi.
      Un beso enorme

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  4. Muy bonito Asun, como me gustan estos relatos tuyos tan enternecedores.
    Cuídate mucho y un besote y un abrazote muy fuertote para ti

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    1. Ariel con lectoras tan fieles como tu, es fácil escribir.
      Besos

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  5. Bonito y entretenido, Asun, en ocasiones es bueno hasta vaciar el cielo. Un saludo muy cordial.

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    1. Si a veces es bueno, sacar todo lo que llevamos dentro, lo bueno y lo malo.
      Saludos querido amigo.

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  6. He llegado de casualidad a tu rinconcito, creo que me voy a poner cómoda y me voy a quedar. Muchas gracias por tus relatos, me han encantado.

    Un abrazo.

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    1. Gracias a ti por tu visita, me gusta mucho tu nombre, ese último pensamiento antes de dormir, ojalá siempre sea un pensamiento bonito.
      Besos.

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    2. Gracias Asun. Hace 5 años que no escribo nada, quien sabe, quizás lo retome algún día :)
      Besos.

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    3. Gracias Asun. Hace 5 años que no escribo nada, quien sabe, quizás lo retome algún día :)
      Besos.

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    4. Estaría bien que lo retomaras, yo empecé este blog en 2010, pero entonces no sabía ni lo que había que hacer, y fue el año pasado cuando lo retomé.
      Un beso.

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  7. ¡Qué lindo, Asun! Lo disfruté mucho, y es que casi tal cual lo he vivido con mi hijo. Cacao a escondidas, tos, susto porque no me escuchó llegar y zás! Enchastre, jeje.
    Un besote :)

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    1. Me alegro de haberte hecho recordar tan buenos momentos, quien no los ha vivido, yo te confieso que con mi hija aún paso alguna mañana de sábado entre confidencias y cucharadas de cacao.
      Un beso enorme.

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