De todo lo que me habré perdido en la vida, lo
único que siento es no haber sido madre. Mi cuerpo me negó esa posibilidad y
ahora, cerca de la cincuentena, ni quiero solventar este tema, ni siento que mi
humilde ADN no vaya a ser heredado. Sino que tener conciencia de esta carencia, ha
sido crucial para inclinar mi carrera hacia ellos, los niños. Estos que en
nuestros papeles aparecen con un triste genérico que los engloba a todos:
“menores”. Ya sean tiernos infantes o adolescentes con más meneo que los toros
bravos en su pradera. Me ocupo de sus cuitas, unos con historias demasiado
grandes para cuerpecillos tan pequeños e inocentes y otros que, cual pandemia
infausta, arrasan todo a su alrededor. Me implico, a menudo demasiado, y el
resultado es que me parece haber parido muchísimas veces. Muchas más de las que
la biología me hubiera permitido.
Conozco a alguna madre que no lo es, se vuelcan en los niños y disfrutan de ellos sin sufrir las malas noches ni algún que otro problema que va llegando con la edad, pero desde luego muchos niños aprenden de personas como tu. Abrazos
ResponderEliminarOjalá los niños aprendan todas las cosas buenas que tenemos cada uno.
EliminarUn beso y feliz verano