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domingo, 18 de octubre de 2015

“Maldito seas ( )”

Asistía al entierro de una anciana vecina de mi madre. Curiosa iba leyendo la letanía de epitafios de las tumbas, casi todos iguales, impersonales o empalagosos.
     Muy cerca, en la siguiente sepultura, rezaba uno que llamó mi atención.
“Maldito seas …”
     Algo en él indica que falta una tercera palabra. Intrigada me separo un poco de mi comitiva para verlo más de cerca, pero me detengo porque hay una mujer en la lápida. Como si mi mirada le hubiera tocado en el hombro, se vuelve y me contempla. Avergonzada dibujo un lo siento con mis labios. Me mira desde unos ojos asombrosamente vivos y jóvenes, en contraste con un rostro arrugado. Asiente con la cabeza y extiende la mano para repasar con un dedo tembloroso y artrítico, el contorno de las palabras: maldito seas… y la tercera antes borrada y ahora tan nítida como las anteriores “amor”. Me recorre un estremecimiento, creo comprender la dimensión de la leyenda, toda la pasión del amor y el dolor de una vida de ausencia, caben en esas tres palabras.
     Con emoción contenida vuelvo los ojos hacia ella, comprobando que ha desaparecido, igual que la tercera palabra.

     Entonces, aturdida, reparo en la fecha: 1815.
Asun©18/10/15
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