Luego, si se fijan, acaban arrancando esa hilacha de su
pantalón. Y todos se fijaban, ya que al llegar a la recepción ya llevaba media
pantorrilla al aire. Mientras la reina cumplía con el protocolo de saludar a
dos o tres personas del “pueblo llano”.
Una rata de alcantarilla bailando claqué encima de la mesa
presidencial de un banquete de bodas, no se habría sentido tan fuera de lugar
como él, en aquél momento.
Su graciosa majestad le ofrecía su mano y su mejor sonrisa. Él
le ofreció su medio pantalón y su mejor reverencia.
Asun©20/06/14
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