Páginas

domingo, 16 de febrero de 2014

“Mens sana in corpore sano”

— ¡Que ya no tienes 20 años!

     Naturalmente que no, precisamente por eso. Afortunadamente no los tengo porque ya los pasé. Pasé los 20 y los 30 y (por desgracia) los 40.
     Pero me alegro muchísimo de estar donde estoy y como estoy, y tener la ocasión de disfrutar de este planeta magnífico que se ofrece ante nosotros.
     Porque yo vengo de otro mundo, si bien es cierto que mi generación empezó a despertar y con ella nuestro país. Y así porque empezamos a abrir los ojos, no fue sencillo para nosotras las mujeres. Tuvimos que asomarnos a una realidad que antes terminaba en la puerta de nuestras casas. Ese era el límite de nuestra existencia, una mujer “como Dios manda” era la reina de su hogar.
     Y resultó que llegamos nosotras, una generación que ya no creía en princesas que se terminaban convirtiendo en reinas/esclavas de su hogar.
     Nosotras nos habíamos sentado en el colegio, y luego en el instituto, y más tarde en la universidad, al lado de nuestros hermanos y amigos, y queríamos después trabajar también a su lado, en sus empresas y negocios.
     Y renunciamos y abdicamos de antemano a esa ideal/ficticia corona que se nos ofrecía.
     Sin embargo, la mayoría de nosotras vivimos una doble vida, cual trastorno bipolar.
Éramos dos personas a la vez: las amantes, sumisas, entregadas, amorosas e incansables esposas y madres en nuestro reino/hogar. Y fuera de él éramos las eficaces, responsables, impecables y decididas trabajadoras.
Todo ello aderezado con una bonita presencia y un elegante saber estar en ambos casos.

     De modo que no venga nadie a decirme “que ya no tienes 20 años”, porque casi doy gracias a Dios por ello.
     Creo que tengo la edad justa y apropiada para empezar a hacer lo que me pide el cuerpo. No, no te asustes tanto, no voy a dejar el trabajo, ni a abandonar mi reino/hogar, no me va a cambiar el carácter, no voy a olvidar a nuestros hijos (que por otro lado ya son mayorcitos), y seguiré visitando/controlando a nuestros padres (¡éstos sí que son mayores!).
     Pero no hay marcha atrás en la decisión que he tomado: Voy a cuidarme por encima de todo y… ¡Me he apuntado al gimnasio!, este tan chulo que hay en la plaza, y al que curiosamente van también mis amigas, estas amigas mías de toda la vida, desde que éramos vecinas en el barrio, y que ahora hemos recuperado el tiempo para nosotras, el que no nos hemos podido dedicar nunca.


     Y además no te puede parecer mal, ya que lo proclaman hasta tus adorados clásicos latinos, lo dice Juvenal en sus sátiras: “Mens sana in corpore sano”.




Asun© 16 de febrero de 2014