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martes, 26 de noviembre de 2013

Los cinco años (Los cuentos del pan III)

     Nieves veía tranquilamente pasar las tardes en su panadería. Pero últimamente las ventas no eran lo que más alegría le proporcionaba. La mayor alegría se la daban las visitas de los niños. los viernes, se empezaba a convertir en costumbre, que cinco o seis de ellos se quedaran en el rinconcito de su tienda, para merendar y escuchar sus peculiares cuentos, bueno, sus historias, que ella había elevado a categoría de cuento.

- Hola Nerea, cómo tú por aquí?

    Acababa de entrar la niña, y unos minutos después su estresada mamá, que como siempre iba refunfuñando, sobre la prisa que tenía y la de cosas que le quedaban por hacer. Se diría que por muchas horas que se le añadieran al día, ella necesitaría siempre alguna más.

- Hola Nieves, ya sé que no es viernes, pero tenemos una reunión en el cole, y los niños se podían haber quedado allí, en el patio, pero se han puesto imposibles, Nerea, y estos cuatro que vienen detrás de mí, dicen que prefieren esperarnos aquí contigo. Te importa?

      Y lo preguntó con esa cara que de pura congoja, daba casi risa.

- Pues claro que no!, si ya sabes que estos niños son para mí lo mejor de la semana.
- Ay, de verdad eres un cielo, no me extraña que te adoren.
- Anda ve a esa reunión y tranquiliza a los demás, yo me quedo con estos lebreles. Eso sí, si se me sublevan demasiado, os doy un toque y me venís a rescatar.
- Si, si, desde luego, no lo dudes...
- Adioooos, vete, vete.

     Y allí estaba con sus cinco niños, que ya estaban preparando la mesa, las tazas, el cacao, y eligiendo entre magdalenas, o bizcocho para merendar.
Así que pronto estaban saboreando estos manjares, además sabían que la condición era innegociable, si querían un cuento, había que acabar la merienda, y sobre todo comer lo elegido, aquí no valían caprichos, ni arrepentimientos, ni desperdiciar o estropear nada. Y curiosamente, aunque sus padres se quejaban de lo mal que se portaban en las comidas, aquí respetaban perfectamente las reglas impuestas.

- Nieves, sabes que mañana es mi cumpleaños?- dijo Pablo, el más alto de los niños.
- No, no lo sabía, y cuántos cumples?
-5 años, y voy a ser el más mayor de todos.

Hubo un coro de protestas, un JOOOOO, general por parte de sus amiguitos.
     Para apaciguarles, Nieves cogió las riendas, y comenzó un relato:

“- Eso me recuerda al día en que Nieves, nuestra amiguita de los cuentos, cumplió 5 años. Estaba muy contenta y nerviosa. Quería levantarse muy temprano, para comprobar lo grande que estaría, pues ya con cinco años, sin duda tenía que haber crecido mucho.

Pero antes de que pudiera comprobarlo, su mamá había entrado en la habitación, y Nieves decidió preguntarle a ella.

–¿Estoy muy alta mamá?
-Pues sí, sin duda, no sé qué te ha pasado esta noche…-contestó su mamá, haciendo como que no recordaba que era su cumpleaños.
-¿es que no te acuerdas?
-Ah! Si, hoy creo que va a hacer mucho frío, tienes que abrigarte para ir al cole.

    Y Nieves se quedó callada y muy triste, no podía creer que se hubiera olvidado de su cumpleaños, además al acostarse habían cantado el “feliz, feliz en tu día”, porque sus papás no podían ni esperar al día siguiente.
Pero al entrar en la cocina para tomar su desayuno, Nieves quedó paralizada, estaba llena de globos y había una gran caja en el centro de la mesa. Lo curioso es que la caja no paraba de moverse. Tanto que aunque su mamá y su papá la animaban a acercarse para que abriera su regalo, a ella le daba miedo.
Por fin se atrevió y a quitar la tapa, y algo saltó de su interior. Fue tan rápido que no casi no supo de qué se trataba. Era un animal, desde luego, pero qué era realmente?”
Nieves se interrumpió, y mirando las caras de expectación de su pequeño público, saboreó la pausa, hasta que preguntó:

- A ver niños ¿qué animalito era el regalo de Nieves?

Enseguida un aluvión de contestaciones, pero todas con el mismo resultado:

- Un perrooooo
-Pues no, ni mucho menos, lo que le regalaron fue ni más ni menos ¡un patito!
-¿Un patito?- extrañeza total.
-Un patito, y negro para más señas.
-¿Negro?, pero que feeeo!!

-Bueno a Nieves también le pareció feo, la verdad, y estaba un poquito desilusionada. Ella quería un perro. Un pato, para qué servía?. Estaba tan triste, que no sabía ni que nombre ponerle.

Sin embargo el animalillo, pareció enamorarse de Nieves desde que la vio. No hacía más que seguir a la niña, por la cocina, por el pasillo, por la acera de la calle.
Entonces a la niña le hizo tanta gracia que hicieron todo el camino hasta el cole con el patito detrás, y Nieves muy, muy orgullosa, diciendo a todos sus amiguitos:

-Es mi regalo de cumpleaños. Justo lo que yo quería, un patito, y que no fuera igual que los demás, por eso es negro, y se llama Negrín.

    
“Negrín” conquistaba a todos con sus torpes andares, siempre detrás de su hija, tropezando con cualquier cosa, y resbalando y levantándose, con un gracioso Cuak, Cuak.”

     Y como siempre los niños, entusiasmados pedían a la panadera, que les contara otra vez cómo era Negrín, si era tan negro, o tenía alguna pluma blanca, si era muy chiquitín y exactamente como andaba…




Asun©17 de agosto de 2013