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viernes, 27 de septiembre de 2013

Música

 Hablemos de música. Yo no puedo decir que tenga oído musical, no sabría distinguir si lo escuchado es un do, o un re, y me perdería entre bemoles, palabrita que francamente me trae a la cabeza otras imágenes (no precisamente musicales). Voz, no tengo, o mejor dicho lo que no tengo es entonación, vamos que si canto o tarareo algo es mejor que no haya nadie a mi alrededor.
     Tampoco se interpretar un pentagrama, a duras penas aprendí su significado en los años de instituto.
     Pero me resulta encantador ver el baile de redondas, blancas o negras por encima o por debajo de las cinco líneas que lo componen.
     Otras veces caprichosas se quedan entre medias, como si fueran tímidas y no quisieran pisar o manchar el escalón, que se me figura a mí que son las líneas del pentagrama.
     Estas figuras, las negras, son por fuerza coquetas, y a veces se adornan con una o varias cintas, cuyas puntas ondean por el soplo de algún viento que solo ven y sienten ellas. Se convierten así en corcheas o fusas. También bailan entre todas ellas unos alegres silencios, diferentes en duración y forma, según a quien acompañen.
     En fin a pesar de mi ignorancia musical, lo cierto es que disfruto y vivo la música con gran pasión.
Me emociona. Me traspasa, y me transporta.
    Me hace viajar más rápido que los aviones, barcos o trenes. Río, lloro, cambio de humor y es la mejor compañera de tardes de paseo. Me aligera los  trabajos pesados, y me trae a la memoria los días felices. Y los más tristes también. Porque todos los acontecimientos de mi vida van asociados a ella, a músicas y canciones.
     En ese baúl imaginario donde voy guardando todo lo importante de mi vida, estas músicas y canciones son el terciopelo que forra sus paredes y suelo.
     De modo que cual caja de música, suenan siempre que con motivo o sin él, lo abro para hacer inventario de mis tesoros.

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Asun©27 de septiembre de 2013