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domingo, 18 de agosto de 2013

El atropello

     Voló a Madrid en cuanto le comunicaron la noticia. Un agente de la policía le localizó a través de su empresa. Por suerte ya había concluido la feria del automóvil y solo estaba buscando una cafetería donde pasar las tres horas que le quedaban para coger el vuelo de vuelta.
    Con el corazón en la boca paró el primer taxi y en menos de media hora había arreglado el cambio de billetes y estaba tomando asiento en el avión que despegaba de Palma de Mallorca. Acababa de comprobar que había más frecuencia de vuelos con estas islas, que entre los autobuses de su barrio en Madrid. De pronto su mente se quedó en blanco y empezó a temblar pensando en Marta, aunque no era capaz de verla, porque solo podía pensar en el momento del atropello.


Algo húmedo mojó su mano. Abrió los ojos para comprobar que había sido una lágrima. Dios! no podía ser, no recordaba haber llorado desde que dejó de usar pantalón corto y hacía varias décadas de eso.
- ¿Se marea?-preguntó la señora que ocupaba el asiento de al lado y  le miraba con maternal solicitud.
- Si –no se mareaba, no, pero esta excusa le vino bien, volvió a cerrar los ojos y no hizo ademán de querer seguir conversando en el resto del viaje.
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    Recorrió a toda prisa los pasillos del hospital. Y cuando se vio reflejado en el cristal que le separaba de Marta, comprendió lo que los médicos le habían explicado y no acertaba a asimilar. Marta estaba en coma. Un coma inducido y todavía no podían saber el alcance real de las lesiones tanto físicas, como de las  posibles secuelas.
Una enfermera se acercó a él, delicadamente le tocó el brazo para llamar su atención.
- Buenas tardes, soy Antonia, enfermera de urgencias. Atendí a esta paciente a su llegada al hospital.
- Marta, se llama Marta, es mi esposa.
- Sí, claro. Mire su mujer llegó consciente y hablando. Esto es muy buena señal. Me impresionó. No cesaba de repetir unas palabras, y su mirada me hizo pensar que era muy importante. No sé muy bien porqué pero las apunté, y luego no sabía qué hacer con lo anotado. Supongo que a usted le interesarán.
Mario apenas comprendía lo que le estaba diciendo y mecánicamente guardó el papel que esa enfermera le ofrecía, en el bolsillo de la chaqueta y le dio las gracias.
-.-.-.-.
    Había pasado una semana. Solo siete días y su vida era tan diferente como si le hubieran dado la vuelta, cual imagen reflejada en un espejo. Así se sentía, un reflejo de sí mismo, y Marta, esa Marta de la cama de cuidados intensivos, no era realmente Marta era un reflejo de ella.
Como cada tarde después de salir del trabajo había acudido  a esa maldita habitación del hospital. Metió distraídamente las manos en los bolsillos, se había puesto la misma chaqueta del primer día. Y sacó un pedazo de papel, al principio no sabía de que se trataba. Hasta que recordó a aquella enfermera, Antonia, a la que no había vuelto a ver.
Leyó las cuatro palabras anotadas, recordando que ella las había apuntado por lo interesante que le pareció y la urgencia de Marta al repetirlas.
Pero… qué demonios… no entendía nada. Literalmente no entendía que ponía allí, eran una serie de letras sin ningún sentido, no eran palabras españolas, y a decir verdad no parecían de ningún otro idioma.

“Matan alansa akonanad lalake. Gnahan k osa kon ana galalake”

     Marta no podía haber dicho nada parecido a eso, se sintió presa de un enfado descomunal, ofendido, y engañado. Buscaría a esa enfermera, ¿Cómo se atrevía a entregarle semejante tontería y contarle ese cuento chino, con su mujer en esas circunstancias?
No le costó trabajo encontrarla, se acercó y le pidió explicaciones.
- Ya le dije que me llamó la atención, no entiendo lo que quiere decir, lo apunté de inmediato, pues se me habría olvidado y ella no dejaba de repetirlo, y me insistía como si fuera lo más importante en ese momento. Lo siento no quería disgustarle, creí que para usted tendría sentido. Pensé que sabría en qué idioma hablaba, se trata de su esposa.
Si, se trataba de su esposa, pero jamás la oyó pronunciar nada parecido a aquello.
Pasó el resto de la tarde contemplando la suave respiración de Marta. Había mejorado mucho y pronto comenzarían a sacarla de aquel sueño que la mantenía ausente.
Mientras la miraba no dejaba de repetirse mentalmente esas cuatro tonterías del papel. ¿Sería algún idioma realmente?

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Asun© 17 de agosto de 2013