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sábado, 3 de noviembre de 2012

Una filosofía de vida.


Esta vecina mía es increíble. No sabe lo mucho que tengo que agradecerle las tardes que compartimos. Lo disfraza de manera que parece que es ella la que me necesita, pero las dos sabemos que yo estaría hundida aún, en la noche sin fin de la partida de mi marido.
Me hace sentir como una niña, o como la adolescente a punto de cumplir los 18, con toda la juventud e ilusión por delante, con la certeza de que lo mejor está por llegar.

Sus palabras son siempre acertadas, con su claridad de pensamiento y su sabiduría, que justifica en esa “pila” de años que lleva vividos, como si el hecho de haber vivido muchos años fuera garantía de lucidez y capacidad de reacción.

En nuestro pequeño taller de labores, ahora me ha propuesto hacer un conjunto de recién nacido, porque está convencida de que cualquier día mi hija me trae la buena nueva de que me va a convertir en abuela. De nuevo me ha contagiado la emoción de sentir este acontecimiento como una verdadera aventura, y no como el peso añadido a la carga que es para mí, mi propia vida.
Lo cierto es que, cada vez que suena el teléfono, pienso que es mi hija para anunciármelo.

Porque Marcelina, ha resultado moverse en el ambiente paranormal de la videncia, aunque ella lo llama “evidencia”, y lo encuentra lo mas natural del mundo. Tiene la capacidad de ver las cosas de un modo global, no se detiene en el detalle, como solemos hacer todos, que nos quedamos atascados en un círculo vicioso al que no vemos salida.

 No, ella recapacita, ata cabos, y observa reacciones. De este modo, sin darse cuenta, tiene el puzzle resuelto, y sabe qué pieza viene a continuación.
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Esta mañana me he cruzado con ella en la escalera y entre resoplido y resoplido, me ha recordado que hoy empezamos la labor, que no podemos descuidarnos.
Le he hecho notar lo bien que la encontraba, y en su respuesta me ha resumido su filosofía de vida.
- Mira niña, cada día para mí es ya un día menos, pero es verdad que hoy estoy muy bien. ¿Y sabes porqué? Porque no dejan de pasarme cosas buenas.
- ¿Si? Que suerte.
- La misma que tú, tienes que admitir que has mejorado mucho, estás más tranquila, tus hijos están cada uno en sus tareas, y ya verás la alegría si se confirma lo que tanto esperamos. La vida a ti, como a mí, nos está sonriendo. Y el cuerpo, como el corazón se alimenta de las cosas buenas que nos ocurren, y si miramos bien siempre nos están ocurriendo cosas buenas. Y ala, me voy subiendo, que te espero esta tarde, como siempre y quiero hacer unos “tortos” de esos que te gustan tanto, bueno que a las dos nos gustan tanto.                        
- Adiós, Marce, hasta luego, deseando estoy de que llegue la tarde.
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Uf, estoy oyendo un teléfono y creo que es el de mi casa. Casi sin resuello, abro la puerta de la calle y me lanzo a él, es mi hija y me dice: ¡SORPRESA!
 A pesar de que para mí ya no es tanta sorpresa, me han temblado un poquito las piernas cuando he oído sus palabras:
- Felicidades futura “abuelita”.

Al colgar y sorprendida por un nerviosismo tonto, no hago mas que darle vueltas a las palabras de Marcelina: “El cuerpo, como el corazón se alimenta de las cosas buenas que nos ocurren”





Asun ® 3 de noviembre de 2012