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jueves, 23 de febrero de 2012

María y el muchacho.

María y el muchacho.

      María estaba acostumbrada a que todos la miraran a su paso. Desde que podía recordar y probablemente, mucho antes, llamaba la atención. Su tez clara, sus ojos vivos y chispeantes, de un verde esmeralda, a veces luminoso, a veces más turbulento. Su pelo que invitaba a ser acariciado para comprobar si realmente era tan suave, y que al tocarlo había que admitir que era más sedoso de lo imaginado. Y así con cada miembro de su cuerpo.
     Por eso estaba muy confundida con aquel muchacho, aparentemente de su edad, que coincidía con ella en el andén del metro, todos los días desde hacía un mes. Siempre que ella se acercaba él sonreía y si estaba de espaladas se volvía, como si la presintiera. Pero luego, no volvía a prestarle más atención, ni una mirada.
     Allí estaba, unos pasos por delante de ella. Como siempre se dio la vuelta y le sonrió, para luego seguir con su lectura. Y María no aguantaba ni un minuto más su falta de interés.
     Entonces ella se puso delante de él, que desconcertado, detuvo el gesto de su dedo pasando por los caracteres braille del libro, y estaba enrojeciendo, seguro de tener a María delante, aunque no pudiera verla.
     A su vez ella acababa de comprender el motivo de ser ignorada, y entendió emocionada, que si aquel muchacho la buscaba y sonreía no era precisamente por lo llamativo de su belleza.




Asun  23 de febrero de 2012